La concepción organicista de la salud ha ido cediendo paso paulatinamente a una concepción más integrativa que mire la interrelación de la vida interna de la persona con sus eventuales enfermedades. De lo cual hay abundante evidencia actualmente: no es sino mirar qué pasa a una persona que acaba de comer y tiene un gran disgusto o una repentina amenaza en su vida (asalto, ataque de un perro, etc…) de inmediato su aparato digestivo queda relegado a segundo plano y se le da prelación a las acciones que le permitan «la pelea» o «la retirada». Ni se diga de las personas que están sometidas a tensiones emocionales negativas permanentes en su trabajo, hogar, colegio que se hace más proclives a enfermarse de muchas maneras.